Episodio 2 del Podcast: ¿por qué deberías simplificar tu skincare?

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Si eres de los que prefiere leer o tienes alguna discapacidad auditiva, te dejamos a continuación el guion original del nuevo episodio. ¡Así también te ahorras los errores de edición ya que aún no somos expertos en este universo de los podcasts! Gracias por tu paciencia y por tu apoyo, no te imaginas todo el trabajo que hay detrás de todo el contenido que generamos.

Soy Laura, la fundadora de Familia Comepasto y hoy quiero compartir contigo una reflexión que me ha tomado varios meses y que me parece indicada en esta época de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.

Hay un “meme” en internet que muestra la foto de un hombre de piel sana con la frase “la piel de mi novio que usa el jabón más barato y se seca la cara con la toalla que se seca el cuerpo” en contraste con la foto de una mujer con una piel muy lastimada por el acné que dice “esta soy yo aunque me gasto la mitad del sueldo en productos para el rostro”. Este meme es muy famoso y tiene varias versiones, pero todas apuntan a lo mismo: mostrar el lamentable estado al que puede llegar una piel que “se cuida” con productos que no le aportan nada. Si aún no sabes cuál es el meme, mira las fotos al final del post.

A nosotros nos parece un tanto sospechoso que en todos se señale que ella usa cosmética especializada o cara y, a pesar de esto, su piel luce muy aporreada. Si estos productos son tan buenos como dicen ser, ¿por qué la piel no luce saludable? ¿y por qué el “hombre”, el que no usa nada, sí se ve de esta manera?

Vemos pieles perfectas en todas partes. En la televisión, las revistas, los comerciales de YouTube y las influenciadoras de las redes sociales. Hay millones de filtros para selfies y apps especializadas en el retoque del rostro. Las grandes marcas que controlan el mercado de la industria cosmética se han decantado desde sus inicios por unas estrategias de marketing que crean la falsa ilusión de que es posible tener la piel de una muñeca Barbie si usamos los productos que promocionan, ya sean limpiadores, tónicos, cremas antiedad, BB creams… (la lista puede ser casi infinita). Para darle ese toque de necesario profesionalismo añaden en sus comerciales un montaje computarizado sobre la forma de acción del producto, que es ambientado en lo que parece un laboratorio o una nave espacial.

Recuerdo que en la adolescencia sufría de brotes constantes en la frente (aún, de vez en cuando, regresan de distintas formas, tamaños y colores, sobre todo si son épocas estresantes y mi amor propio anda por los suelos). En la televisión veía comerciales de un limpiador facial de una marca que en Colombia es muy famosa por desarrollar “jabones para tratar el acné”. Allí afirmaban, e incluso mostraban, cómo unos microgránulos limpiadores de color verde (en realidad, puro plástico) penetraban en los poros y eran capaces de eliminar cualquier resto de impurezas y de acabar de una vez por todas con brotes y espinillas. Yo, que no tenía ni un peso, soñaba con comprarlo e incluso podía imaginar cómo, al usarlo, iba a ocurrir exactamente lo mismo que ocurría en el comercial.

Cuando lo pude probar, la desilusión fue inmensa porque los resultados nunca llegaron incluso después de usar varios potes del producto. Es más: mi piel se empezó a irritar más, se resecó y el brote pareció empeorar. De toda esta experiencia sólo quedaron miles de microgránulos plásticos contaminando las fuentes hídricas, varios pares de envases plásticos en la basura y una piel mucho más sensible.

Seamos claros: a la industria cosmética se le facilita mucho más ofrecer sus productos si siembra falsas ilusiones y expectativas en sus clientes que educándolos en buenos hábitos para el cuidado de la piel. Imagínate la cantidad de dinero que tendría que gastar una sola multinacional cosmética en campañas educativas para el cuidado de la piel. No sería algo muy rentable. Las grandes marcas pueden ocultar, punta de espejismos, sus fórmulas sintéticas e inertes, que carecen por completo de principios activos que beneficien la salud cutánea.


Una de mis reporteras de belleza favoritas, Jessica DeFino, señaló en una reflexión sobre la industria que si los productos cosméticos realmente funcionaran como prometen en comerciales o a través de las influenciadoras que pagan, entonces no habrían tantos en el mercado. Qué lógico, ¿no? Al menos para mí que pasé de usar jabones y cremas industriales a una simple rutina con limpiadores artesanales, hidrolatos y aceites vegetales (y una mascarilla nutritiva semanal) es así. Ahora entiendo que mi piel necesita caricias, buenos tratos, constancia, paciencia y nutrientes y agua que sólo puede obtener desde el interior.

Los productos cosméticos convencionales están formulados, en su mayoría, para atacar la piel y sus funciones, pero no para apoyarla y fortalecerla. El equilibrio natural entre las células vivas, las células muertas, los nervios, el sebo, el sudor y los microorganismos que viven en la epidermis se rompe con el uso constante de productos agresivos para la piel. Así que no es nada raro ver cómo aumentan los casos de afecciones inflamatorias como el acné, la psoriasis, la caspa.


¿Alguna vez has visto un comercial que te explique nociones básicas sobre el funcionamiento de la piel o su importancia para la salud del organismo? Seguro que no. Educar en un tema tan complejo es mucho más difícil que hacer un montaje sobre la supuesta forma en que un producto nos va a rellenar las arrugas. La cosmética parece más una cuestión de efectos especiales que de beneficios reales.

Ninguna piel necesita costosas fórmulas elaboradas a partir de derivados del petróleo. Tampoco necesitan compuestos exfoliantes que destruyen constantemente la barrera de la piel. En realidad, no necesita ningún producto en especial de ninguna marca en especial. Si necesitas o quieres tener una rutina de cuidado facial, ¡maravilloso! Si eliges los ingredientes adecuados, seguro verás enormes resultados en la apariencia de tu piel. Pero nada podrá reemplazar el amor que tú misma te puedes dar.

Esta no es una invitación a comprar o a empoderarnos falsamente a través de la cosmética. ¿Empoderadas para comprar? ¡Sólo faltaba eso! Esta fue una reflexión con mis opiniones sobre el márketing cosmético y los productos para el cuidado de la piel.





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