El zero waste no es un punto de llegada, es un camino.

Cuando tenía 8 años entré a una nueva escuela y recuerdo  que lo más me fascinaba era la biblioteca que había en el salón. El estante estaba abierto para que todxs pudiéramos leer lo que quisiéramos durante la jornada y, antes de irnos para la casa, volvíamos a dejar los libros en su sitio. Había un libro que me obsesionaba tanto que, sin permiso de la profesora, lo guardaba en mi pupitre para que nadie lo cogiera porque sentía que, literalmente, no podía vivir sin él. El tesoro era un tomo de la famosísima enciclopedia infantil de Salvat, el de animales extintos y en peligro de extinción.  Al leerlo, me sentía como Georges Cuvier cuando descubrió que unos extraños huesos que causaron tanta controversia en el siglo XVIII correspondían a un animal que ya no existía sobre la Tierra: el mamut. Hasta la época, la noción de "especies extintas" era completamente ajena a los humanos.

Al grano, ese tomo en especial despertó en mí una sensibilidad infantil que me llevó a preocuparme por cuestiones ambientales. Aprendí a separar residuos y comenzamos a reciclar los que producíamos en casa e incluso, más grande, fui la recicladora de mi salón y de parte de mi colegio. Durante mucho tiempo pensé que la solución era reciclar, tomar duchas más cortas o usar el transporte público. Pienso que este tipo de soluciones generan en nosotros un error de perspectiva, porque creemos que para salvar el planeta, necesitamos hacer cosas, como una especie de lista de chequeo donde miro si soy o no amigable con el medio ambiente. Pero hacer cosas es sólo un efecto de algo más profundo, se trata de aprender, buscar información y, principalmente, CUESTIONAR CONSTANTEMENTE NUESTROS HÁBITOS COTIDIANOS. 

 Así, la tarea puede sonar muy agobiante e incómoda para la mayoría, pero, antes de proseguir, me gustaría aclarar que si vemos la reducción de nuestra basura como un camino y no como una meta, va a ser mucho más divertida y provechosa. Si la idea es cuestionarnos para cambiar, necesariamente tenemos que buscar una alternativa. Así, no es una cuestión de conocimientos súper refinados sino de ser creativos (sigan leyendo para que me entiendan).

Bueno, todo súper chévere, qué bueno sería cambiar hábitos para mejorar mi calidad de vida y la de la Tierra, ¿pero qué hago? la misma pregunta me retumba en la cabeza todos los días desde hace muchísimo tiempo y, aunque a veces me estreso y me dan ganas de tirar la toalla, las soluciones aparecen cuando menos te las esperas. No importa por dónde comiences, lo importante es hacerlo. Si, por ejemplo, te encanta cierto alimento o no puedes evitar comprar cierto objeto, no te mortifiques por el momento pensando cómo vas a reemplazarlo. La verdad, la producción de basuras es un problema taaaaan, taaaaaan, taaaaan exageradamente grande, que no viene al caso estresarte si no eres capaz de dejar de producirla de un día para otro. Es normal que sea una tarea apoteósica, somos la única especie sobre la faz de la tierra que es ADICTA AL PLÁSTICO.

Quise escribir este post porque me siento feliz. Hace varios días volvimos a sacar nuevamente el basurero de la casa y estamos aprovechando casi al 100% todos nuestros residuos (recuerda que basura es todo objeto que definitivamente no puede alargar más su ciclo de vida, mientras que residuo es una parte que puede ser aprovechada nuevamente). Desde que en Pereira podemos encontrar opciones como La Colecta, ya no tenemos excusas para comprar alimentos en empaques desechables. Los residuos orgánicos los estamos mandando para la escuela de Sofía, donde se incorporan a un lombricultivo y vuelven a la tierra 🌎.  El señor del transporte los lleva y se encarga de dejárselos a las lombrices y, para evitar usar bolsas plásticas desechables, reautilizamos unos evases abandonados en el fondo de la cocina para transportarlos:


 Las cáscaras las mandamos en un tarro para meter espaguetis "cortesía" de pastas la muñeca.






Los lombricultivos se dañan si reciben alimentos ácidos, entonces dejamos aparte las cáscaras de los cítricos y, cuando salimos, las arrojamos en algún pastal para que se descompongan. No tiene caso que terminen en un relleno sanitario, allá nunca se podrían descomponer.


Se siente súper bien entrar a la cocina y no ver el basurero. Me alivia saber que cada vez nos comportamos más como animales. Hagámosle honor a nuestro reino, ¿qué animal deja montones de basura por donde pasa? los humanos. Eso debería ser un indicador suficiente de que algo anda mal.

El slogan de moda es "compra local" y, de tanto repetirlo, se puede volver una frase vacía, pero aplícala y vas a ver todos los beneficios que trae. Hace poco fui a comprar las arepas donde mi vecino y salí con mis arepas y una mata de espinaca. El otro día me puse a chismosear las plantas de un vivero espectacular en Manizales y la dueña me obsequió un frasquito con bromelias y musgo vivos por dentro. Hace un tiempo fui a un restaurante al que voy frecuentemente a almorzar y me regalaron una empanada de vegetales. Cuando creas lazos con comerciantes locales, el intercambio va más allá de lo monetario. Ellos te van a escuchar, les puedes especificar cómo deseas llevar envuelto lo que compras, aprendes, conoces nuevos proyectos y a personas maravillosas.

Espero que esta entrada les sirva a muchos para que se atrevan a ser parte de la solución, dentro del problema ya hay muchos.

Comentarios

  1. me encanta este post! un motivo más para seguir buscando formas de no generar basura! gracias por cada palabra

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