¿Qué tienen en común el acné y un sistema inmune débil?



Los granitos en el rostro pueden aparecer por muchísimas razones, ya sean internas o externas, y es sumamente normal que, de vez en cuando, salga uno que otro. Es una forma que tiene nuestra piel de depurar toxinas, bacterias y grasa acumulada. También pueden ser un signo de que algún alimento no le cae muy bien al organismo o que estamos pasando por un periodo de estrés. Así que, antes de seguir leyendo, es necesario que entiendas que los granitos, aunque formen parte de nuestra vida en todas las edades, son señales que da el cuerpo y hay que saberlas interpretar. 

Cuando la situación empeora y los granitos comienzan a salir en abundancia o se concentran en zonas específicas, debemos analizar nuestro estilo de vida (y no sólo la rutina de limpieza que seguimos). Ya en una entrada anterior hablamos sobre 9errores comunes que solemos cometer con el cuidado del rostro.

Hoy queremos hablar de un tema del que no solemos escuchar muy a menudo: la relación entre un sistema inmunológico fuerte y la piel sana. Y sí, aunque no parezcan tener mucho en común, el estado de tus defensas y, en general, de todo tu sistema inmunológico, influye de forma determinante en la apariencia de tu piel. Un sistema inmunológico débil no es capaz de luchar de forma correcta contra los tóxicos del ambiente, las bacterias, los virus u hongos. Cuando no hay una respuesta correcta por parte de nuestras defensas frente a estos agentes agresores, se producen en nuestro interior procesos de retención de líquidos y toxinas que, a su vez, propician otros procesos inflamatorios como el acné.

Y cuidar nuestro sistema inmunológico no tiene que ver solo con cuidarnos de las temperaturas extremas para evitar los resfriados. También tenemos que proporcionarle al cuerpo el agua suficiente para que se pueda regenerar, el oxígeno necesario para que pueda respirar y los nutrientes esenciales para su buen funcionamiento. Así, que quede claro, para tener un sistema inmunológico sano tienes que, como mínimo:
  • comer saludable
  • tomar suficiente agua
  • hacer actividad física de forma regular.

 Con estos 3 sencillos cambios en tu estilo de vida, tu piel parecerá otra. Y no es una exageración. Los vegetales crudos, las frutas cítricas, el agua acompañados de un poco de deporte fortalecerán tu intestino y, por ende, tus defensas. En cambio, las dietas altas en alimentos inflamatorios como las carnes, lácteos, huevos, harinas, aceites y azúcares refinados, alteran nuestra microbiota intestinal que produce la inflamación, el aumento de la grasa visceral, retención de líquidos, bajos niveles de energía, etc.

Por otro lado, hay que ayudar a nuestro sistema linfático (una parte muy, muy importante de nuestro sistema inmunológico) para que logre depurar correctamente los líquidos y las adherencias que se quedan acumuladas debajo de nuestra piel. Este sistema está compuesto por una serie de conductos y ganglios que transportan unos líquidos con, literal, todo el mugre que hay en nuestro interior. Y en nuestra rutina diaria del cuidado de la piel podemos incorporar masajes y técnicas que permitan fortalecer el drenaje de toxinas. Una piel limpia comienza desde el interior.

Tal vez, si conoces sobre tratamientos para la celulitis, sabrás que una forma de tratarla es con el famosísimo drenaje linfático. Pues bueno, el masaje facial funciona igual que el de la celulitis, pero en el rostro, jajaja. La idea es activar la circulación cutánea para destapar los conductos linfáticos y depurar la grasa, bacterias y hongos acumulados.

Para hacerlo sólo vas a necesitar un poco de aceite vegetal prensado en frío. Puede ser aceite de coco o el que tengas a tu alcance y no sientas miedo de usarlo aunque sufras de acné o piel grasa. Nadie nos dice que sólo los aceites pueden disolver otros aceites (como los de tu rostro) y así limpiarlos correctamente. Los limpiadores a base de agua NO eliminan toda la suciedad del rostro y usar un aceite previo al jabón es muy beneficioso para mantener la piel limpia.



  • Aplica el aceite vegetal por todo el rostro y con los dedos índice y medio haz movimientos circulares por todo el cuello y rostro y ve subiendo hasta la frente. 
  • Haz los movimientos del centro del rostro hacia afuera, con suavidad y siempre en círculos. 
  • El masaje no debe durar más de 20 minutos
  • Es mucho más efectivo si lo haces en las noches para que al otro día veas tu rostro más desinflamado. 
  • Al terminar el masaje, puedes lavar e hidratar el rostro como normalmente lo haces.
  • Puedes repetirlo unas 4 veces a la semana.

La idea del masaje es estimular el riego sanguíneo y activar nuestro sistema linfático. Así vamos a remover toda la suciedad que se queda atrapada en el rostro y, con el tiempo, vas a ver cómo se mantiene limpio, perfilado y tonificado. Estos masajes son sumamente efectivos y el efecto es delicioso. ¿Quién iba a pensar que el rostro también necesita unos toques de amor?


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